martes, 20 de enero de 2015

Jadeos Silenciosos


Jadeos silenciosos, clamoros silencios cargados de emociones, de ríos a punto de explotar, de gritos que se ahogan entre dientes, entre mordiscos si son necesarios.
Llamadas a oscuras a un señor inexistentes, rezos a un dios que no quiere mirar lo que podemos llegar a hacer.
Juegos inocentes que se convierten en guerras, sin armas, sin sangre, sin muerte, guerras de besos, de abrazos, de golpes directos al corazón que atraviesan tu cuerpo hasta hacerte estremecer.

Un dedo caminando por tu piel, una sonrisa en respuesta, un camino ligero y suave, roces casi imperceptibles conectados a cosquillas ligeras, que poco a poco encienden tu cuerpo, continua el camino hasta encontrarse con un pezón, y después, tropezón, el dedo cae, se levanta, se apoya y juega, tironea y es reprendido por una ligera bofetada, por una media sonrisa desencajada (por favor no pares) refleja tu rostro y la dureza de allí donde has sido tocada.

Una estúpida conversación comienza, tan solo busco tus desesperos, tus deja de hablar, tus mirada de nuevamente no te detengas, de repente algo húmedo recorre el pezón endurecido y un suspiro entrecortado vuelve a resoplar entre las tenues luces que nos cubren. Mis dedos caprichosos continúan su camino por tu cuerpo, siempre al sur, al calor húmedo del sur de tus piernas.

El silencio vuelve a ser entrecortado por esos jadeos silenciosos llenos de sonidos que solo nosotros podemos sentir, tener y poseer... Sonidos de apretones de dedos hasta marcar las uñas en mi piel en contra señal.

Jadeos en medio del silencio entrecortados por miradas insaciables, de deseo descarnado, silencio roto por besos a media luz, por piel con piel, por roces suaves y precisos, por temblores de tus piernas al contacto de nuestros cuerpos, conforme tu humedad se va abriendo a mi paso.

Y los jadeos se vuelven gemidos a regañadientes, buscando no romper el silencio, se vuelven en sonidos de maderas a medio romper, a traqueteo de un tren de mercancías, a golpes rítmicos de tambor. Una y otra vez.

Y el silencio se rasga, se desquebraja en la oscuridad por miles de puntos que explotan y tratan de salir a través de un grito, de un gemido descarnado, ahogado por la palma de una mano, ahogado por lágrimas por mejillas que no reflejan dolor sino puro placer.

Miradas cargadas de significados. No pares, sigue, llevame al cielo. Soplidos de auto-control. Jadeos silenciosos... toques de espalda anunciando el fin del principio... movimientos bruscos, curvilíneos... dientes rechinando, ojos cerrados, sudor cayendo por la piel, piel con piel, hasta el éxtasis final, dos cuerpos en conexion explorando sus limites...

Y tras eso la calma...

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